László Róbert Magyar
Nacido en Győr, Hungría, en 1974, es un artista contemporáneo reconocido por su estilo único y versátil, que combina tradición y modernidad. Con una trayectoria que abarca más de dos décadas, László ha explorado múltiples facetas del arte, desde la pintura hasta la literatura, siempre reflejando una profunda sensibilidad hacia los aspectos más esenciales y emocionales de la existencia humana.
Radicado en Fuenlabrada de los Montes, España, su taller se ha convertido en un espacio de creación y enseñanza, donde comparte su pasión con alumnos de todos los niveles. Su arte, influenciado por su formación en literatura, historia, bellas artes y teología, evoca una narrativa visual que invita al espectador a reflexionar y conectar con emociones universales.
En realidad, el artista no importa, está detrás del cuadro, se cuela en la imagen, tiene sombra, tiene pinceladas, huellas dactilares, si compras un cuadro, no compras al pintor, sino la pintura con la sombra, la pincelada, la huella dactilar. La sombra no es interesante, la huella dactilar no es interesante, el color es interesante, el color, la línea, el círculo, el triángulo, el cuadrado, el círculo, el cuadrado, la sombra desde el borde hasta el centro, que oscurece todo, no deja que se complete, por más que lo ilumines con distintas lámparas, la sombra siempre quedará, del centro hasta el borde, y la huella dactilar tampoco se puede borrar, el artista no trabaja con guantes, no es un ladrón, sino un asesino, mata los estereotipos, borra los límites, derrota la mezquindad, destruye la pintura si así lo decide, entra en tu casa, la saca de la pared, la destroza si ha cambiado de opinión y se arrepiente, pero eso no importa, no te preocupes por ello, porque deja su huella dactilar, no trabaja con guantes, no es un ladrón, el lienzo también permanece, no se lo lleva, no es un ladrón, sino un artista, que en realidad no importa, su huella dactilar son dos círculos y un palito, única, incomparable con nada.